El conflicto en Ucrania permitió al imprevisible jefe del grupo paramilitar Wagner, Yevgueni Prigozhin, imponerse como una figura de primer plano en Rusia, pero su llamamiento a rebelarse contra el Estado Mayor del ejército regular amenaza con cortar en seco su despegue.
El volcánico multimillonario de 62 años, de cabeza rapada y rasgos duros, acusó el viernes al ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, de haber ordenado el bombardeo de bases de Wagner en la retaguardia del frente de Ucrania, matando a un «gran número» de mercenarios.
Prigozhin prometió «frenar» al comando militar de Moscú, recordó que tiene a su disposición a «25.000» combatientes y llamó a «todos los que quieran» a unirse a sus tropas para «acabar con el desorden».
Poco después aclaraba que su intención no era dar «un golpe de Estado», sino liderar una «marcha por la justicia».
Esa aclaración no pareció convencer a los servicios de seguridad rusos, que abrieron en su contra una investigación por «llamamiento al motín armado», un cargo que podría traducirse en una larga pena de prisión.
Pero nada es seguro en la vida de Prigozhin, consumado maestro de la provocación y de los virajes inesperados.
«Todavía hay que entender lo que está sucediendo», afirma la analista independiente rusa Tatiana Stanovaia, que considera probable que las autoridades «traten de dejar fuera de juego a Prigozhin», que se habría prestado involuntariamente a ese juego.
«Para el FSB y el Estado Mayor, esto es un regalo caído del cielo. Como mínimo, Prigozhin va a recibir un mazazo».
Posando en la línea de frente
En mayo de este año, logró su consagración al reivindicar la conquista de la ciudad de Bajmut, una de las pocas victorias de las fuerzas rusas, tras meses de encarnizados combates.
Pero durante la batalla de Bajmut se acentuaron las tensiones con el Estado Mayor. Prigozhin acusa a los militares de escatimarle municiones y publica videos con injurias contra los comandantes rusos.
Una actitud inimaginable para cualquier otro individuo en Rusia, donde impera una severa represión.
Durante años, Prigozhin hizo el trabajo en las sombras para el Kremlin enviando mercenarios de su grupo privado, Wagner, a escenarios de conflicto en Oriente Medio y África, siempre negando cualquier implicación.
La estrategia cambió con el inicio del conflicto de Ucrania, en febrero de 2022. Su irrupción pública se inició en septiembre, cuando el ejército ruso sufría serios y humillantes reveses.
Prigozhin se presenta por primera vez como el fundador de Wagner, una milicia que desde 2014 combatió en Ucrania, Siria y en países africanos.
En octubre, instala sus oficinas en un edificio de vidrio de gran lujo de San Petersburgo y empieza a reclutar a miles de hombres en las cárceles rusas.
La oferta hecha a los convictos fue luchar a cambio de ser amnistiados. Con una advertencia: los desertores y aquellos que se dejaran capturar serían ejecutados.
Cuando circuló un video de un supuesto desertor de Wagner siendo ejecutado con un mazo, Prigozhin no dudó en elogiar el crimen y calificar de «perro» al hombre ajusticiado.
«No beban mucho, no se droguen, no violen a nadie», dijo también a un grupo de prisioneros que habían combatido seis meses y recuperado la libertad.
A diferencia de los generales rusos, criticados por no asistir en persona a las batallas, Prigozhin posa gustoso junto a sus mercenarios supuestamente en la línea del frente. A inicios de año, publicó un mensaje desde el cockpit de un caza SU-24 y retó al presidente ucraniano Volodimir Zelenski a un duelo aéreo.
«Si quieres, nos vemos en el aire. Si ganas, te llevas (Bajmut)».
El propio Prigozhin estuvo encarcelado en Rusia casi una década al final de la era soviética, y luego pasó a ser vendedor de perritos calientes en San Petersburgo, antes de ir ascendiendo hasta codearse con las altas esferas como empresario hostelero.
EFE
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