La industria petrolera venezolana está en una encrucijada fiscal. La caída del precio del barril ha sido dramática para la economía nacional. El nivel de las reservas internacionales es alarmantemente bajo. No hay dólares líquidos. Todo indica que emprender medidas cambiarias sería improcedente.
El Gobierno tiene que tomar decisiones difíciles que podrían no agradar al colectivo. Una devaluación implicaría un gran costo político, pero de mantenerse el tipo de cambio irracional de 6,3 bolívares se continuará distorsionando la realidad de precios y fomentando corrupción.
Desde el Gobierno se ha planteado establecer 12 bolívares por dólar y lograr mantener Sicad II a 50 bolívares, para intentar bajar entre 80 y 90 bolívares el paralelo, pero para ello se requiere que exista liquidez en las reservas internacionales.
El alerta lo realiza el economista y profesor de la Universidad de Carabobo, Carlos Ñáñez. El 97% de las divisas que recibe Venezuela provienen de los ingresos petroleros, de los años de bonanza no se ahorró absolutamente nada, “y el Estado no ha efectuado ninguna acción para protegernos de la caída de los precios de la cesta petrolera”.