La fortuna petrolera despilfarrada por Caracas en proyectos fallidos ha impedido que el país disfrute de una bonanza económica.
Hasta 2013 el monto que Venezuela tenía adeudado a China era de más de 40.000 millones de dólares. Esa fortuna, según reporteros de prensa, estaría destinada a proyectos “de infraestructura y de crecimiento”, que sin embargo no han reducido la pobreza, las brechas sociales, la inseguridad ciudadana, ni han hecho de Venezuela un país del primer mundo.
Cuando concluyan los regímenes denominados del “socialismo del siglo XXI” en Venezuela y Bolivia, va a ser urgente una reconstrucción total de ambas economías que han despilfarrado millones de dólares producto de la venta de materia prima (petróleo y gas, respectivamente).
Inicialmente habrá que reconstruir códigos éticos, principios y valores relacionados con el respeto de los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho.
Será necesaria dedicación absoluta a combatir la pobreza y un tema de preocupación continental: evitar más despilfarros de economías provocados por la venta de petróleo (Venezuela) y de gas (Bolivia).
Venezuela y Bolivia tienen una gran importancia en el desarrollo económico del Cono Sur y ambas naciones están indisolublemente ligadas, particularmente desde la perspectiva de hidrocarburos (entiéndase petróleo y gas, fundamentalmente) y de otros negocios en energía. América Latina debe cuestionar a los regímenes que abusan de los derechos humanos y, lo que es peor todavía, despilfarran dinero de recursos naturales no renovables que son, en todo caso, patrimonio del continente.
Venezuela y Bolivia, correcta y democráticamente administradas, pueden ser las naciones que suplan de petróleo, gas, productos petroquímicos, acabados de valor agregado de gas, electricidad y fertilizantes a América Latina. Pero en vez de primar esa tesis lo que prevalece hoy es el despilfarro, el rentismo y la ausencia de políticas públicas coherentes en economía de la energía.
Para graficar: hoy Caracas debería ser tan estructurada, atendida, moderna, segura y adelantada como Dubai (que emergió gracias a negocios financiados por la industria de hidrocarburos en Emiratos Árabes Unidos, en un despegue en menos de 15 años).
En todo caso, y para pesar de los latinoamericanos, gran parte del dinero generado por el petróleo venezolano -y por el gas boliviano- vendido a terceros países fue despilfarrado.
Nuestro credencial de latinoamericanos nos habilita y obliga a reclamar una Venezuela y una Bolivia alejadas de neo-autoritarismos que hoy -con careta de socialismo- han engañado -y continúan haciéndolo- a nuestros pueblos mientras dilapidan las principales riquezas naturales.
Volvamos al despilfarro del régimen de Caracas: desde 1999 percibió 981.000 millones de dólares producto del trabajo de su empresa estatal petrolera.
Esa cantidad de dinero estuvo a disposición de dirigentes del socialismo del siglo XXI en Venezuela -cuyo principal sustento de su economía, como la boliviana, está basado en venta de materia prima (petróleo y gas, respectivamente)-, pero sin haber dado preponderancia a las inversiones en infraestructura para combatir y derrotar la pobreza, la inseguridad, el atraso, la marginalidad.
Con semejante excedente económico Maracaibo, Valencia, Puerto Cabello, Maturín y todas las ciudades venezolanas deberían tener cero-crimen y delincuencia y cero-desempleo y marginalidad, y tener las comodidades de ciudades del primer mundo. Y sin embargo los temas de pobreza, los cinturones de marginalidad y otros siguen “justificando” despilfarros sin sentido como las “misiones” (planes sociales) que distribuyen “regalos” en vez de soluciones estructurales para la sociedad.
El socialismo del siglo XXI en Venezuela nunca tuvo, ni tendrá, una visión de construcción de Estado.
Tanto en Venezuela como en Bolivia la visión achatada de sus dirigentes estatales no tiene el criterio político de elaboración, diseño y ejecución de políticas públicas de construcción de Estado. Prefieren privilegiar a élites y controlar a la masa con “regalos”, o “misiones” o “bonos” de todo tipo que sólo son meros paliativos.
En varios informes el FMI indicó que el crecimiento anual promedio de Venezuela nunca pasó la barrera del 3% entre 1999 y 2011 a pesar de tener a su disposición tales sumas de dinero.
Interesante hubiera sido que dirigentes estatales venezolanos y bolivianos aprendieran de, por ejemplo, el Brasil, que crece anualmente entre el 4 y el 5% sin haber despilfarrado una sola gota de su petróleo.
Por: Boris Santos Gómez Úzqueda / Diario de las Américas