Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, jefe del Clan del Golfo, tenía una debilidad típica de los mafiosos: las mujeres, algo que lo llevó a niveles extremos de aberración como abusar de niñas entre los 12 y 16 años, por dinero o por la fuerza.
Otoniel obligaba a las menores a tener relaciones sexuales con él en las selvas de Urabá, donde se mantenía escondido de las autoridades.
La aberración por las mujeres lo llevó a cometer delitos en contra de decenas de niñas en Colombia, incluso las más cercanas a él se convirtieron en pilares de su organización criminal.
Entre ellas se encuentran su esposa Blanca Madrid y las hermanas de ella, María, Sandra y Martha, todas con un impresionante parecido.
Las cuatro mujeres nacieron en Turbo, Antioquia, cuentan con la misma contextura física.
«Ellas no eran así. Eran normales y obviamente diferentes. Pero cuando Otoniel comenzó a salir y se casó con Blanca la hizo operarse de todo. Lo mismo hizo con sus cuñadas. Todas parecen hechas con el mismo molde y al gusto de Otoniel«, explicó un oficial que lleva cinco años trabajando en el caso.
La esposa de Otoniel, alias La Flaca, fue asumiendo roles más importantes y estratégicos a medida que su esposo ganaba poder en la organización, ella se encargaba de lavar los millones que ganaban los Urabeños por el narcotráfico.
La Flaa involucró en esas actividades a sus hermanas y hermanos, los últimos se encargaban de la parte militar
«Con el tiempo, y como vivía como una reina llena de lujos en Medellín, le fue cogiendo asco a ir hasta casas de madera en la selva. Lo que hacía Otoniel cuando eso pasaba era que hacía subir entonces a algunas de las otras hermanas con las que tenía romances, lo cual explica por qué las hizo operarse y que quedaran todas igualitas. Lo curioso es que ninguna de ellas les contaba a las demás. Todas se ponían los cachos entre todas», contó un agente.
Redacción Maduradas con información de Semana.
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