Carlos Moreno Fernández era un señor de origen español que trabajaba como empleado de limpieza en la empresa El Impecable Ibérico, ubicada en Madrid, a quien la muerte lo sorprendió cuando esperaba el autobús en una parada en su intento por regresar salvo a casa.
Eran las 4:00 de la madrugada del sábado 30 de abril de 1994, cuando el hombre de 52 años esperaba el colectivo nocturno, se sentó en el banco de la parada y prendió un cigarrillo.
Allí lo tomaron por sorpresa dos jóvenes, Javier Rosado (21) y Félix Martínez (17), quienes habían planificado un macabro crimen que era parte de un juego inventado por Javier.
Usaron ropa vieja porque sabían que iban a ensuciarse, seleccionaron armas blancas y se colocaron guantes de látex que robaron del laboratorio universitario, incluso habían creado unas fichas sobre las posibles víctimas, una de ellas titulada «Benito» que representaba al arquetipo de un hombre que calificaban como estúpido.
A la 1:30 de la madrugada ambos muchachos salieron como si estuvieran de caza, su primer objetivo era atrapar y matar a una mujer joven, se encontraron con varias posibles víctimas, una no era joven, otras estaban acompañadas por sus parejas y esto impidió que las atacaran, lo que le generó frustración a Javier, quien luego escribió en su diario: “¡Maldita manía de acompañar a las mujeres a sus casas!”.
El juego, denominado Razas, establecían que después de las 4:00 am podrían escoger a cualquier víctima, incluso aquel hombre «regordete» y «estúpido».
Eran las 4:15 am cuando lo encontraron en la parada de autobús donde Carlos le dijo a su compañero: “Mira ese… tiene cara de idiota y lleva unos calcetines estúpidos”.
Finalmente se decidieron por él, contó Javier luego de ser detenido.
“Serían las 4:15 am, a esa hora se abría la veda de los hombres. Mi compañero propuso coger un taxi, atracarle y degollarle. Rehusé el plan. Vi a un tipo andar hacia la parada de autobuses. Era gordito y mayor, con cara de tonto. Se sentó en la parada (…) Era rechoncho, con una cara de alucinado que apetecía golpear, barba de tres días, una bolsita que parecía llevar ropa y una papeleta imaginaria que decía quiero morir”.
Se acercaron y le exigieron su dinero: “Pon las manos a la espalda y muestra el cuello”.
Sin embargo la víctima, quien creía que se trataba de un robo, se resistió porque llevaba su sueldo de la semana.
Entonces los jóvenes comenzaron a herirlo con sus cuchillos y lo empujaron hacia la barranca del parque, antes de caer mordió a Javier en un dedo y parte del guante de látex quedó en su boca.
La ficha del juego con la que estaba marcada la víctima indicaba que debía morir degollado, algo que hacía uno, mientras el otro lo debilitaba, como ordenaban las reglas del juego.
El objetivo era que su víctima “debía morir lentamente y con gran sufrimiento”.
Luego de esto se felicitaron, y se fueron a sus casas tranquilos como si hubiesen alcanzado un gran logro.
Antes de dormir Javier llenó la ficha con el nombre de Benito, lo dibujó con bigote, su bolso y calificó sus cualidades: Fuerza 8/ Poder 6/ Carisma 4/ Inteligencia 6/ Tamaño 15/ Voluntad 16.
Luego el cadáver fue hallado por el conductor de un autobús que se detuvo a fumar un cigarrillo, allí constataron que el hombre fue apuñalado 19 veces, degollado, destripado y tenía la columna quebrada.
Comenzó a hablarse de un asesino en serie luego de que otro hombre fuera encontrado muerto en la misma zona con 70 puñaladas y sin ojos.
Mientras tanto Javier seguía obsesionado con seguir matando.
Al juego creado por Javier se fueron sumando participantes, Jacobo y Enrique, también quisieron ser parte.
Uno de ellos confesó sus crímenes al cura del barrio, quien le recomendó contar todo a sus padres y así lo hizo. De allí fueron directo a la policía a hacer las denuncias.
La policía arrestó a Javier el mismo día que había planificado salir de caza, ya tenían guantes de látex y todo listo para buscar su siguiente presa.
Redacción Maduradas con información de Infobae.
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