En un trabajo publicado por el periodista Julio Materano de Crónica Uno se describe cómo la falta de alimentos se acentúa cada vez más dentro de los cuarteles y desata la huida de las tropas profesionales y conscriptas que integran la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
El trabajo recoge el testimonio de un oficial de la Guardia Nacional Bolivariana que, con 22 años de servicio, pidió la baja. Tiene tres hijos anémicos y una mujer en Guanarito, estado Portuguesa.
El oficial retirado informó que se cansó de comer «un plato insípido de pasta con tajadas de plátano rancio».
“En este país nadie está bien a excepción de la cúpula chavista. Quien piense que estamos mejor por ser militares está equivocado. No tenemos qué comer. Y todos pagamos por el error de un sistema que no ha sabido reconocer a quienes disienten, a quienes piensan diferente y eso es discriminatorio”, sostiene el sargento.
Aseguran que el trámite de la baja lo realizan, en su mayoría, sargentos y oficiales de menor grado que huyen de la peor crisis que asedia a la institución.
Según datos investigados por ese medio, recabados en la sede de Seguros Horizonte en Los Próceres —la empresa encargada de honrar la seguridad social de la Fuerza Armada— se formalizan por lo menos cuatro trámites de ese tipo por día, cifra conservadora que sitúa en 20 las peticiones de retiro por semana y que ubica en 80 las gestiones por mes en ese lugar.
De acuerdo con estas proyecciones, solo por medio de esa aseguradora al final de año se habrían concretado 960 descensos en Caracas, un dato que no incluye los retiros gestionados en los otros 33 despachos que tiene la aseguradora en todo el territorio.
Para reducir «el ruido del hambre» en los cuarteles, se ha visto al ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, sirviéndose un buen plato de comida en un comedor militar, situación que, según los militares, no se corresponde con la realidad.