Al menos 22 combatientes murieron en ataques estadounidenses contra milicias proiraníes en el este de Siria, informó este viernes 26 de febrero una ONG, en la primera operación militar de la administración de Joe Biden decidida en represalia a cohetes lanzados contra tropas estadounidenses en Irak.
El Departamento de Defensa dijo que había llevado a cabo ataques aéreos en un punto de control fronterizo entre Siria e Irak utilizado por esos grupos, destruyendo “múltiples instalaciones”.
“Estos ataques fueron autorizados en respuesta a los recientes ataques contra el personal estadounidense y de la Coalición en Irak, y a las continuas amenazas a ese personal”, dijo el portavoz John Kirby en un comunicado.
Kirby dijo que el objetivo eran facciones de la poderosa coalición de paramilitares iraquíes respaldados por Irán de Hashed al-Shaabi, Kataeb Hezbollah y Kataeb Sayyid al-Shuhada.
Los ataques destruyeron tres camiones de municiones que llegaban de Irak en un puesto de fronterizo ilegal al sur de la ciudad siria de Bukamal, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
“Al menos 22 combatientes de milicias iraquíes proiraníes murieron, todos miembros de Hashed al-Shaabi”, indicó a la AFP el director del OSDH, Rami Abdel Rahman, tras un primer balance de 17 muertos.
La televisión estatal siria confirmó este viernes en su canal Telegram que se produjo “una agresión estadounidense” con “ataques aéreos en sectores en la frontera sirio-iraquí”.
Represalias “proporcionadas”
Los bombardeos llegaron después de tres ataques con cohetes contra instalaciones situadas en Irak y que son utilizadas por las fuerzas estadounidenses y de la coalición que luchan contra el grupo Estado Islámico.
Uno de esos ataques, a un complejo militar en Arbil, la capital de la región kurda, el 15 de febrero, mató a un civil y a un contratista extranjero que trabajaba con las fuerzas de la coalición y en él resultaron heridos varios contratistas estadounidenses y un soldado.
Los ataques en Irak llevados a cabo por grupos que se sospecha que operan bajo la dirección de Irán supusieron un desafío para la nueva administración de Biden, en un momento que abre la puerta a reanudar las negociaciones con Teherán sobre su programa nuclear.
La administración estadounidense dice que quiere revivir el acuerdo de 2015, del que el expresidente Donald Trump salió en 2018, y que tiene como objetivo congelar las aspiraciones nucleares de Irán.
Pero Washington también considera a Teherán como una amenaza continua para la seguridad en Oriente Medio y sostiene que no tolerará “actividades malignas” llevadas a cabo por la República Islámica.
Estados Unidos sospecha que Irán está buscando una oportunidad para vengar el asesinato por fuerzas norteamericanas del general Qasem Soleimani, un año atrás.
Soleimani, un alto oficial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán, fue el enlace clave de Teherán con los grupos y personalidades aliados en Irak, Siria, Líbano y otras partes de la región.
Murió en un ataque con aviones no tripulados estadounidenses justo cuando llegaba a Bagdad para reunirse con los principales funcionarios iraquíes.
El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, dijo el lunes que Estados Unidos “responsabilizaría a Irán por las acciones de sus representantes que atacan a los estadounidenses”, pero que no “arremeterá” y correrá el riesgo de desestabilizar a Irak.
Kirby calificó los ataques del jueves como “proporcionados” y dijo que “se llevaron a cabo junto con medidas diplomáticas”, incluida la consulta con socios estadounidenses de la coalición anti-EI.
Pero también dijo que estaba diseñado para reducir la tensión en el este de Siria e Irak. “La operación envía un mensaje inequívoco: el presidente Biden actuará para proteger al personal estadounidense y de la Coalición”, dijo.
AFP
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