Inconfundible con sus trajes multicolores y manos repletas de anillos y pulseras, Rosario Murillo es la cada vez más poderosa y omnipresente esposa del presidente Daniel Ortega, quien fue elegido para un cuarto mandato consecutivo en Nicaragua, con ella a su lado.
“Aquí tenemos dos presidentes porque respetamos el principio de 50-50, o sea aquí tenemos una copresidencia con la compañera Rosario”, dijo hace unos días Ortega tocándole el hombro, durante un acto transmitido en la televisión nacional.
Sonriente, la vicepresidente siguió firmando documento tras documento que le daba su hija y asistente Camila en la mesa principal donde también estaba su hijo Laureano.
“Todos los días se está comunicando con nuestro pueblo, dando a conocer todo lo que se está haciendo en beneficio de las familias nicaragüenses, sin hacer diferencias políticas, sin hacer diferencias ideológicas”, prosiguió Ortega.
La pareja fue por segunda vez la fórmula presidencial del gobernante Frente Sandinista (FSLN, izquierda), lo que mantiene a Murillo, de 70 años, como la primera sucesora de Ortega, cinco años mayor.
Desde 2007, cuando Ortega retornó al poder tras la revolución que dirigió en los años 80, Murillo ha sido su única portavoz y desde 2017 su vicepresidenta.
Es el rostro visible y operativo del gobierno, de alta capacidad de trabajo. Acompaña a Ortega en todas sus apariciones públicas y en los corredores políticos se comenta que ningún funcionario mueve un dedo sin su autorización.
Informa desde hace 14 años del quehacer del gobierno, el clima, el santoral del día, los desastres naturales, el avance de la vacunación… todo, como poeta que es, con un lenguaje metafórico, hablando de paz y armonía, mencionado siempre a “Dios” y a la “Virgen”, y calificando a sus adversarios de “diabólicos”, “terroristas”, “forajidos” y “pacotillas”.
Pariente de Sandino
Conoció a Ortega durante la lucha contra la dictadura somocista (1937-1979) y tras años de convivencia se casaron en 2005.
Nació el 22 de junio de 1951 en Managua. Su madre, Zoilamérica Zambrana Sandino, fue sobrina del general Augusto César Sandino, el héroe nacionalista que da nombre al FSLN.
Su padre Teódulo Murillo fue un adinerado productor que “adoraba” a su hija “por la inteligencia que mostraba” y el interés por los libros y la poesía, cuenta el escritor Fabián Medina en su libro “El Preso 198”.
Cuando cumplió 11 años, su padre la envió a estudiar secretariado a Inglaterra y Suiza, donde aprendió inglés y algo de francés. En una ocasión, de vacaciones en Nicaragua, su mamá la hizo casarse con Jorge Narváez, de quien -según Medina- quedó embarazada a los 15 años. Con él tuvo dos hijos, Zoilamérica y Rafael.
Divorciada de Narváez, se casó con el periodista Hanuar Hassan, con quien tuvo un niño cuya muerte, en el terremoto de 1972, la inspiró a escribir en 1973 sus primeros poemas.
En 1968 llegó a trabajar al diario La Prensa como secretaria del entonces director Pedro Joaquín Chamorro, férreo crítico del somocismo asesinado en 1978 y cuya esposa Violeta Barrios fue la primera mujer en gobernar Nicaragua, entre 1990 y 1997.
Hoy, dos hijos de Pedro Joaquín Chamorro y Violeta Barrios, Cristiana -aspirante presidencial- y Pedro, están detenidos entre una cuarentena de importantes opositores a Ortega.
Madre y “persecutora”
En 1969 se integró al FSLN y en los años 1970 ayudó a fundar un movimiento de artistas opuestos a Somoza.
En 1977 marchó al exilio a Panamá, Venezuela y Costa Rica, donde conoció a Ortega, con quien regresó a Nicaragua en 1979 al triunfar la revolución, y encabezó organizaciones de la cultura.
En sus memorias, el fallecido poeta y sacerdote Ernesto Cardenal cuenta sobre la influencia que Murillo ejercía desde entonces sobre Ortega, y cómo intentaba boicotear su trabajo cuando fue ministro de Cultura.
“Si ella no logra lo que quiere, no tiene escrúpulos, igual que Daniel Ortega”, comentó en una ocasión a la AFP la escritora Gioconda Belli, quien fue amiga de Murillo en los años 1970.
Con Ortega tuvo siete hijos. Cuando en 1998 Zoilamérica acusó a su padre adoptivo de abuso sexual, Murillo le dio la espalda y declaró sentirse “avergonzada” de su hija.
“Hubiese entendido que guardara silencio, pero no que se volviera mi principal persecutora”, dijo recientemente Zoilamérica en una entrevista con AFP en Costa Rica, donde vive exiliada.
Murillo marcó su propio estilo. Le encantan también los collares y aretes grandes que sobresalen en su cabello rizado, decora los actos oficiales con flores y hace años mandó a instalar en Managua un centenar de enormes árboles de la vida, de metal y de colores, un símbolo del poder.
Entre los nicaragüenses se habla de sus supuestas creencias esotéricas. La escritora Gioconda Belli la describe como una mujer “supersticiosa”.
EFE
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