“El juego del Calamar” o, en inglés, “Squid Game” trata sobre un grupo de personas que se encuentra endeudada y desesperara económicamente y es captada para realizar juegos infantiles y competir por un premio millonario. ¿El riesgo? Perder la propia vida. La producción ya es la más exitosa lanzada por la plataforma streaming Netflix.
En uno de sus capítulos, el juego consiste en lograr separar diferentes formas de una galletita de modo tan meticuloso que la forma salga de modo completo, sin romperse. Las galletitas están hechas con azúcar y son furor en las redes, y los fanáticos de la serie están aventurándose a prepararlas en sus casas.
En diálogo con el portal Infobae, la cocinera coreana Sandra Lee aseguró que todos los juegos que aparecieron en la serie eran los que ella jugaba de chica, y contó algunos secretos de la ahora famosa galletita.
Precisó que para la preparación no necesitas muchas cosas: azúcar y bicarbonato de sodio o polvo de hornear. Calentar primero la azúcar en una sartén bien caliente hasta que se empiece a derretir, y luego tirar una cucharadita de bicarbonato de sodio.
La parte de los ingredientes es la más sencilla, la dificultad está en la técnica, acotó. Con un palito, mezclas hasta que el caramelo se empiece a inflar, luego lo tiras sobre papel aluminio para que no se pegue en la mesa, y le das la forma.
Posteriormente, con otra lámina de papel, la aplastas, la dejas secar unos segundos (no mucho porque se puede pegar), y luego le colocas la forma elegida (círculo, estrella o cuadrado).
HISTORIA DETRÁS DE LA GALLETA
La galletita se llama “Dalgona” (algunos también le dice “Ppopki”) y es una comida tradicional en los puestos callejeros en Corea, sobre todo para los más chicos. Los vendedores coreanos daban las galletitas ya hechas, sino que los niños participaban en su elaboración.
Los chicos iban con un cucharón o un platico, el dueño del puesto les tiraba la azúcar caliente y ellos tenían que mezclar hasta formar el caramelo.
Luego, el vendedor se acercaba, tiraba el “polvo mágico”, tal como los chicos le decían (en realidad era el bicarbonato de sodio), y les daba la forma que ellos querían.
Redacción Maduradas con información de Infobae
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