Venezuela avanza impetuosa al default. Al gobierno de Maduro solo le falta decidir qué deuda se negará a pagar, dice The Financial Times. Temores en los mercados acerca de la solvencia de Venezuela se aproxima a niveles de pánico ante el derrumbe de los precios del petróleo, dice el periódico londinense.
En estos días, suenan toda clase de alarmas relacionadas con Venezuela en las secciones de economía de muchas publicaciones. Varios columnistas dicen que el país estaría al borde del default, la cesación de pagos de las deudas contraídas con acreedores internacionales. Inclusive se realizan apuestas. Se ignora quién las ganará, pues justamente por eso se denominan apuestas, pero es evidente que la situación no luce muy bien para el chavismo.
En primer lugar, el costo de asegurar la deuda del gobierno venezolano contra un default se ha ido a las nubes. The Financial Times dijo que “los temores de los mercados acerca de la solvencia de Venezuela se aproxima a niveles de pánico tras el derrumbe de los precios del petróleo”.
La deuda de Venezuela es “la más costosa de asegurar en el mundo, superando inclusive a la de Argentina”, dijo la publicación. Como se recordará, Argentina ingresó este año en default por octava vez en su historia.
El costo de asegurar el portafolio de la deuda soberana de Venezuela contra el default durante el próximo quinquenio “se ha cuadruplicado desde junio, cuando el petróleo comenzó su espiral en barrena”, añadió The Financial Times. Por su parte, The Economist se preguntó cuál será el próximo país que congelará la sonrisa de los tenedores de bonos. Dos figuran al tope: Ucrania y Venezuela.
En ambas naciones, el rendimiento de los bonos de la deuda supera el 16 por ciento, “eso implica que los mercados se aprestan a que se registre un crash”, dijo la revista británica. Y Standard & Poor, la agencia evaluadora de riesgos, volvió a bajar de categoría la calificación de Venezuela, diciendo que existía un 50 por ciento de posibilidades de un default en el curso de los próximos dos años.
Ucrania está en peor situación, pues libra una guerra contra separatistas respaldados por Rusia. Además, le debe a Rusia mucho dinero, y los rusos podrían reclamarle que le devuelva el préstamo antes de lo anticipado, de acuerdo a una cláusula según la cual puede ejercer ese derecho si la deuda asciende por encima del 60 por ciento del Producto Bruto Interno.
Venezuela no libra guerra alguna, pese a la proclamación del presidente Nicolás Maduro de una “guerra económica”. Sin embargo, según The Economist, la situación no luce resplandeciente. El pago de los intereses de la deuda externa totalizó 7.000 millones de dólares en el 2014, e insumirá otros 10.000 millones de dólares durante los tres próximos años.
En la actualidad, las reservas del Banco Central son algo más de 20.000 millones de dólares, la mitad de las existentes en el 2008. Apenas dos mil millones de dólares son en divisas extranjeras. Con el descenso de los precios del crudo, y un déficit fiscal del 17 por ciento del Producto Bruto Interno, es dudoso que el gobierno de Venezuela pueda cumplir con las obligaciones.
John Paul Rathbone, un influyente columnista de The Financial Times está convencido que Venezuela marcha a la cesación de pagos. La preocupación de Rathbone es cuál de las deudas Maduro no piensa pagar, si la deuda soberana, o la de Petróleos de Venezuela.
El columnista apuesta a que el régimen bolivariano irá al default con la deuda soberana, y seguirá cancelando los intereses de la deuda de PDVSA. Y por una simple razón: PDVSA cuenta con bienes físicos, como sus refinerías de Citgo, y los buitres acreedores seguramente querrán apropiarse de esos bienes.
EL MARISCAL DE LA VICTORIA
Había un señor que no podía dormir porque tenía una crecida deuda con un vecino que vivía justo enfrente de su vivienda. Cuando le comunicó su angustia a su esposa, ésta abrió una ventana de su vivienda, y al ver al vecino podando las flores del jardín, le gritó: “Señor vecino, mi esposo le debe un bojote de dinero y ¿sabe qué? No piensa devolverle un solo centavo”. Luego cerró la ventana, y le informó al esposo: “Está todo solucionado: ahora, quien no podrá dormir será el vecino”.
En estos días, muchos acreedores internacionales tienen los ojos del tamaño de faroles tras días enteros sin dormir ante el aluvión de malas noticias provenientes de Venezuela. Hasta ahora, el tren ejecutivo de la nación sudamericana se dedicaba afanoso a sus tareas específicas de no mover un solo dedo en el área financiera.
En ese sector, el régimen de Venezuela parecía funcionar en piloto automático, y nadie tomaba decisiones. Y gracias a eso, estaba derrotando a los agoreros. Es cierto que el presidente Maduro abría la boca para denunciar la injerencia de Estados Unidos en la patria de Bolívar, o para acusar al ex presidente del gobierno español, José María Aznar del genocidio de 1,2 millones de iraquíes. Pero abrir la boca no es lo mismo que tomar decisiones.
Sin embargo, en el curso de la presente semana, el presidente de Venezuela formuló un anuncio que estremeció a los mercados. Dijo que se iba a “concentrar las 24 horas del día en el tema de ganar la batalla económica. No voy a hacer más nada”. ¿Ni siquiera preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana como está previsto en el Segundo Plan Socialista, para el período 2013-2019?
¿Tampoco convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo económico y lo político dentro de la Gran Potencia Naciente de América Latina y el Caribe, que garanticen la conformación de una zona de paz en Nuestra América? No, veinticuatro horas por día dedicará a ganar la guerra económica.
Ahora, tanto los acreedores internacionales de Venezuela, como el presidente de Venezuela, podrán compartir al menos un rasgo en común: los ojos más grandes que faroles.
Mario Szichman / Tal Cual Digital