Carlos Fernández Prada, músico oriundo de Perú, se quitó la vida este lunes a causa de la depresión generada por la muerte de su esposa y la grave crisis que vivía residiendo en Venezuela.
En declaraciones concedidas a El Comercio, su prima, Consuelo Fernández Prada, quien desde Lima reunía ayuda para que él pudiera regresar al Perú, expresó: «Carlos no se comunicaba con nosotros desde hace varios días, estaba muy deprimido, no dormía y decía que veía a la gente buscando comida en la basura. Él no quería llegar a esos extremos».
Sai, la hija mayor de Carlos, manifestó hace días en Facebook que se sentía afligida por la situación de su padre y su hermana: «No tengo dinero para sacarlos (…) No tienen dinero ni para pagar el alquiler (…) No quiero perderlos, están muy enfermos. Les pido sus oraciones».
El pasado 11 de abril Carlos conversó con el rotativo peruano y contó lo difícil que es vivir en Venezuela, país sumido en una profunda crisis humanitaria. «Gano 4 dólares al mes», dijo Fernández Prada en aquella oportunidad.
Asimismo, narró lo doloroso que fue perder a su esposa Virginia, quien murió de cáncer hace diez meses por falta de medicinas y alimentos.
«Si tienen familiares o amigos que aún no han salido de aquí por diversas circunstancias, no lo piensen dos veces y envíen ayuda, no se imaginan el calvario de vivir aquí y no poder alimentarse bien. Pido a Dios por los venezolanos, sus hijos y familias en esta hora de desolación”, escribió Carlos en su red social.
Fernández Prada quería retornar a Perú junto con su hija Michelle para comenzar una nueva vida. “En Venezuela hay tanta falta de humanidad por parte de las autoridades que estoy muy preocupado y pido ayuda para mí y mi hija. Necesitamos dos pasajes de avión, queremos salir de aquí, pero no podemos comprarlos porque yo gano lo equivalente a cuatro dólares al mes”, dijo al rotativo el pasado mes de abril.
Hoy en día su hija menor tiene 21 años y se ha quedado sola en Venezuela. Su familia pide ayuda al Gobierno de Martín Vizcarra para regresarla a Perú. «No tiene a nadie allá. Se ha quedado sola», indica su tía.
Redacción Maduradas con información de El Comercio
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