Una peruana confesó que trata de conquistar a un venezolano con la comida de su país. Sin embargo, no la prepara ella sino su vecina quien también emigró de Venezuela.
La mujer, atraída por el buen «olor» que provenía del apartamento de su vecina, decidió preguntarle si esta vendía almuerzos, pero ella la informó que solo ofrecía empanadas venezolanas. La mujer comenzó a comprar una, luego dos y hasta cuatro diariamente.
«¿Habrá posibilidad que usted me haga el almuerzo para llevar en las mañanas y yo le pago?», insistió la peruana.
La venezolana accedió a prepararlo y vendérselo. Comenzó con una orden por día pero luego aumentó a dos platos por almuerzo. La joven migrante no aguantó la curiosidad y un día le preguntó: «Disculpa ¿te comes todo eso?».
La respuesta fue sorpresiva.
«No, te voy a confesar, le estoy llevando el almuerzo a un venezolano que me gusta. Y las empanadas también. (…) él cree que lo hago yo. Por ahora estoy en el plan de conquistarlo por el estómago y todo va bien, ve pensando en cuánto me vas a cobrar para enseñarme a hacer el pabellón y las empanadas», agregó.