Imagine que la hiperinflación es una marea cuyas olas empujan al venezolano cada vez más lejos de las orillas de la prosperidad, cada vez más hondo en la profundidad de una depresión económica. Lo que antes estaba barato hoy en día está caro o no se encuentra; lo que ya era caro ni se puede clasificar como muy caro sino como imposible. Esto incluye a los alimentos, la primera y más grande prioridad del venezolano quien poco a poco ha dejado de ver más alimentos sobre la mesa.
El atún enlatado es uno de esos alimentos que nunca faltaba en la alacena de la cocina venezolana. Se puede hacer una salsa para pasta con atún; alguna buena ensalada o prepararla con mayonesa, cebolla y tomates picados para rellenar una arepa; y nunca faltaba en un viaje a la playa o excursión.
Ahora este producto tan común entre las familias venezolanas se ha alejado de nuestras mesas y pareciera estarse convirtiendo en otro artículo de la cesta básica de lujos alimenticios.
Recordemos que el pasado 28 de septiembre Alimentos Polar informó que paralizó su producción de atún en la planta ubicada en Marigüitar estado Sucre, que lo que registró una caída de 1500 toneladas mensuales a 400 toneladas por falta de materia prima, agudizando mucho más la escasez de atún y su aumento de precio.
Con nuestro salario mínimo podríamos comprar nueve latas de atún a 817,69 bolívares cada una, o diez latas si las logramos conseguir al precio de Bs. 736,79. Una lata de atún representa nada más y nada menos que entre el 10% y el 11% de nuestro sueldo mínimo, Bsf. 7.421, dependiendo del precio en el que se consiga.