Aunque parezca dramático afirmarlo, los venezolanos ya no vivimos. Sobrevivimos y con una cruz a cuestas. Sin posibilidad de satisfacer por completo un derecho humano fundamental como el de comer; con temor a enfermarnos porque cualquier mínima condición puede derivar en muerte ante el colapso de la salud, la escasez de medicinas y la imposibilidad de pagar por salud privada. Sin agua, sin luz, con un sistema de transporte colapsado y sin opción a recrearnos.
La revolución definitivamente logró su propósito de desmontar toda la estabilidad democrática que, con todo y sus problemas, había logrado subsistir por más de 40 años. Tal y como lo dijo hace unos días el presidente colombiano saliente, Juan Manuel Santos, tal parece que un peligroso huracán de categoría cinco se instaló en el país y sigue a diario azotándonos con sus coletazos.
En el último año, el deterioro de la calidad de vida ha sido sencillamente abrumador. El dólar pasó de 8 mil bolívares a 3 millones de bolívares y la inflación ya asciende a los 5 dígitos. Aunado a ello, las esperanzas políticas de lograr una salida al entuerto se alejaron después del polémico proceso electoral del 20 de mayo.
Estas cinco situaciones que reseñamos a continuación retratan parte del karma que seguimos pagando en Venezuela. Y quién sabe hasta cuándo:
Perreras nuestras de cada día:
Hace un año parecían una «excentricidad» pero estos rústicos medios improvisados de transporte llegaron para quedarse, ante la paralización de más del 60% de la flota de transporte público en el país por el colapso económico.
https://twitter.com/ElyFaraway/status/1011070744292397056
El pasado 19 de junio, el presidente del Comité de Usuarios del Transporte Público, Luis Salazar, denunció que en los últimos dos meses se han registrado 26 muertes por el uso de “perreras”, camiones 350 que se utilizan como alternativa de transporte público y que no ofrecen ninguna medida de seguridad a sus pasajeros.