Las lluvias de meteoros, conocidas comúnmente como lluvias de estrellas, son causadas por polvo y fragmentos de roca provenientes de cometas o asteroides. Cuando la Tierra los atraviesa en su órbita alrededor del Sol, estos fragmentos entran en la atmósfera y se desintegran, creando las conocidas estrellas fugaces. Así, fenómenos como las perseidas, gemínidas y líridas tienen un origen natural. Sin embargo, en los próximos años podríamos presenciar una excepción, con la aparición de la primera lluvia de meteoros de origen humano.
Aunque aún no se sabe con certeza si alcanzará la Tierra, los científicos ya han bautizado esta posible lluvia como las «dimórfidas», ya que los restos provendrían del impacto que la misión DART de la NASA provocó en el asteroide Dimorphos.
La misión DART, que culminó en 2022, tenía como fin probar si una nave podía desviar un asteroide peligroso para la Tierra. En caso de éxito, esta técnica podría emplearse en el futuro para evitar colisiones catastróficas. La misión logró su objetivo: una nave impactó contra Dimorphos, el menor de los asteroides del sistema binario Didymos y alteró su trayectoria. Como resultado del impacto, se generaron escombros, que podrían ocasionar una lluvia de estrellas muy especial.
El satélite italiano LICIACube registró el impacto y sus escombros, lo que permitió a un equipo de científicos de España e Italia simular el destino de esos fragmentos.
El estudio, aceptado para publicación en una revista revisada por pares, utilizó supercomputadoras para simular el comportamiento de 3 millones de partículas de diferentes tamaños y velocidades. Según los cálculos, las partículas que se desplazan a 500 metros por segundo alcanzarán Marte en poco más de una década, mientras que algunos fragmentos de Dimorphos podrían llegar a la Tierra en siete años, viajando 3,5 veces más rápido.
No obstante, como señaló Eloy Peña Asensio, uno de los autores del estudio, a IFLScience, “las observaciones del impacto con telescopios han determinado que las partículas a tal velocidad no serían lo suficientemente grandes como para producir meteoros observables”.
Podría darse el caso de que tengamos una lluvia de estrellas que no sea visible, o que simplemente debamos esperar un poco más.
Existe la posibilidad de que partículas más grandes, aunque más lentas, lleguen a la Tierra y provoquen una lluvia de estrellas observable. Para confirmar esto, las simulaciones no bastan; será necesario realizar observaciones a lo largo de las próximas décadas para ver si, efectivamente, las dimórfidas serán visibles.
Redacción Maduradas con información de Hipertextual