El sociólogo alemán, ex asesor de Hugo Chávez, señala que el gobierno de Nicolás Maduro es hoy una dictadura socialdemócrata. Pero que se está acercando a una dictadura militar.
El sociólogo alemán Heinz Dieterich conserva una boina roja que le regaló Hugo Chávez en 1999. Eran tiempos de cercanía entre el impulsor del “socialismo del siglo XXI” y el entonces presidente venezolano, que adoptó esa idea como impronta. La boina dedicada a Mirna, su pareja, luce intacta en su departamento de Ciudad de México, donde vive desde 1976. La amistad con Chávez, en cambio, se resquebrajó a partir de 2005, cuando Dieterich dijo que en Venezuela en realidad no había socialismo en el sentido histórico del término. A Chávez le molestó. Hoy Dieterich, de 74 años, es duro crítico del presidente Nicolás Maduro, al que considera una “mala imitación” de Chávez, y vaticina para el país un “desenlace catastrófico”.
– ¿Cómo describe lo que está pasando ahora en Venezuela?
-Con la decisión de estrangulamiento financiero de Donald Trump, la situación se acerca a un desenlace catastrófico. Siendo Estados Unidos el centro financiero del mundo, la medida de Trump tiene impactos mucho más allá de la simple posibilidad de contraer nueva deuda vía nuevos bonos. Todas las corporaciones privadas se orientan en lo que hace no sólo Wall Street sino el Tesoro de Estados Unidos. Ni China ni Rusia tienen una logística mundial comparable. Esto es un regreso a los años 60, a la Guerra Fría. Es lo que pasó con el bloqueo de Cuba: o estás con nosotros o eres nuestro enemigo. Maduro y su tropa no entendieron que tenían que buscar la solución negociada.
-¿Qué sigue?
-A mi juicio, esa medida financiera, junto con algunas otras medidas que vemos en la reconquista conservadora proestadounidense de América Latina, inician esa espiral de violencia en la cual a Maduro no le va a salvar que trate de equilibrar geopolíticamente con China y Rusia lo que Washington no le va a dar. No entendieron que si bien iban a perder una elección, podían negociar con el futuro gobierno el control de la fuerza armada y la policía, que quedara en sus manos para que no hubiese violencia. Esa fue la solución en Nicaragua cuando los sandinistas perdieron las elecciones. Esa era la única posibilidad de que la cosa en Venezuela no se convierta en una guerra civil o de paramilitares, como los “contras” en Nicaragua. Y ahora están a un paso del abismo.
-¿Qué es el abismo?
-Es la repetición de Nicaragua. Fuerzas paramilitares organizadas en Colombia, en sectores de la Amazonia de Perú y Brasil, que empiezan a destruir la infraestructura. Y eso lleva entonces a una situación más represiva todavía. Ya está prácticamente cerrada la Asamblea Nacional y la involución democrática interna en Venezuela se enfoca cada vez más hacia un desenlace trágico, sangriento. Y con las medidas de Trump ahora pienso que hemos pasado el rubicón y no veo cómo se pueda arreglar esto pacíficamente. Se podría todavía, pero eso implicaría un cambio de software del grupo en el poder. Y no hay ningún indicio de que estén dispuestos a reconsiderar la situación.
¿El objetivo de las sanciones financieras de Estados Unidos cuál es?
-El objetivo de la política de Washington en Venezuela es romper la unidad monolítica de los militares, porque como el gobierno sólo se sostiene por los militares, si logras dividir esto, el gobierno cae de inmediato. Todos los factores se enfocan en los militares: el gobierno tiene que mantener la unidad, la oposición tiene que lograr la división de los militares, Washington también. Es el centro del poder del sistema.
-¿No ve otra alternativa?
-Cuando tú analizas científicamente una sociedad, en el centro del poder está el Estado. Y el Estado es como una cebolla, que tiene diferentes estratos, pero en el núcleo está la fuerza armada. Por eso, una revolución nunca ha terminado mientras no se destruya al Ejército del enemigo. Y eso vale en tiempos de paz. El último criterio del éxito es la fuerza armada. En Venezuela eso es muy característico porque el Gobierno está ya con las manos vacías. Hay diferentes formas de poder en una sociedad: las masas, los medios de comunicación, el carisma, los dólares. ¿Pero con 20 por ciento de apoyo, a Maduro qué le queda? Sólo los militares. Todo intento de cambiar al sistema, desde la izquierda, desde la derecha, se dirige a ese punto.
-¿Hay alguien que esté asesorando a Maduro?
-A mi juicio él no tiene un equipo de calidad. Cuando encabezas una empresa o un gobierno lo que puedes hacer depende de la calidad de tu equipo. El que realmente tiene el poder es Diosdado Cabello (número dos del chavismo), que en el levantamiento de 1992 era un teniente de la fuerza armada ideológicamente derechista. Pero luego se convirtió en la eminencia gris, a través de sus dossiers que comprometían, porque cuando era ministro del Interior espiaba a otros ministros. Es un mago de la guerra sucia palaciega. Maduro ha sido la fachada cómica de la política que Diosdado Cabello manda. Él tiene toda la información para comprometer a gente, es magistral en intrigas. Un Montesinos, para usar el ejemplo peruano.
-Hace unos meses usted escribió que si la crisis se agravaba el próximo paso sería la dictadura militar. ¿Ve a Venezuela en esa ruta?
-A mí me parece que Venezuela es una dictadura socialdemócrata. No es una dictadura fascista, pero se justifica hablar de dictadura porque la voluntad de la mayoría es absolutamente clara: que quiere un cambio en la política y un cambio de gobierno. El gobierno ha bloqueado y saboteado sistemáticamente todas las fechas de elecciones, ha bloqueado al Parlamento con mayoría opositora. Esto para mí es una dictadura basada en las bayonetas. El paso a una dictadura militar abierta es muy corto.
-¿Y qué pasaría entonces?
-Los militares son muy pragmáticos. Cuando vean que esto no tiene más futuro, entonces ellos mismos van a dar el golpe. Es lógico porque ellos van a ser los salvadores de la Patria. Toman el poder, convocan a elecciones y salvan el pellejo porque van a decir: nosotros les devolvemos la democracia formal con la condición de que nadie de nosotros va a la cárcel. Y Maduro va al exilio. Cuando la solución se vuelva desesperada es el paso que van a dar, pero ese momento no ha llegado todavía.
-Un golpe militar, pero no para instalarse en el poder.
-La idea de una dictadura militar estable sería absolutamente descabellada. Los militares sólo pueden gobernar en determinadas condiciones y en Venezuela no hay condiciones. Ellos saben que una prolongación de un régimen de facto no tendría posibilidad de consolidarse porque el gran problema es la economía. ¿Qué saben los militares de economía? Nada. No lo pueden arreglar. ¿De dónde consiguen el dinero? Ellos no pueden resolver el problema de fondo, pero podrían ser el puente hacia el regreso a la normalidad de la democracia burguesa.
-¿Eso es bueno o malo?
-Sería mejor la presión de China, Rusia y Cuba para que se negociara la “solución sandinista” de 1990 cuando fueron las elecciones. Eso sería la solución óptima, pero si no, la segunda, muy arriesgada y con desenlace poco previsible, es la división de los militares y un golpe militar de una fracción. Al inicio, habrá muertos.
-Una “solución sandinista” para Venezuela. ¿Qué significa?
-Cuando los sandinistas pierden las elecciones, hay dos fracciones. Una que dice “nosotros no entregamos el poder” y otra fracción, la de Daniel Ortega, que dice “eso no tiene futuro, vamos a quedar aislados”. Ortega va con Violeta Chamorro y le dice: “Ustedes, después de esta guerra criminal de agresión, ganaron. Pueden tener el gobierno, pero nosotros controlamos la fuerza armada y la policía por un tiempo”. Los contras tuvieron que aceptar porque los “gringos” aceptaron. Y eso funcionó y no hubo más sangre. Ni de un lado ni de otro lado corre la sangre. Es la única solución razonable en esta situación. En la medida que pase el tiempo, en la medida que Washington se mete más, ya no puedes hacer esto porque el próximo paso son los paramilitares.
-¿Qué opina del papel de la oposición reunida en la MUD (Mesa de la Unidad Democrática)?
-La oposición está fragmentada. Es un conglomerado heterogéneo, unido por un solo interés de sustituir el gobierno de Maduro y quedarse ellos. Cuando ganan las elecciones en 2015, piensan que lograron lo que querían. Subestimaron al grupo de Maduro. Han perdido la iniciativa estratégica. Maduro y su grupo, a su vez, la han tomado al inventarse la Asamblea Constituyente. Cuando Washington ve que va a ganar Maduro arma una estrategia hemisférica para Venezuela a través de Brasil, Argentina, México y algunos otros, para aislarlo políticamente y, cuando esto no es suficiente, decide el estrangulamiento financiero.
-¿Se mantendría unida la Mesa de Unidad Democrática en caso de llegar al poder?
-Eso depende de quién se imponga. Si esa coalición ganara elecciones entonces tendría que negociar internamente quién ocupa las posiciones de poder real. Lo demás es secundario. No sabemos cuáles serían realmente las fuerzas decisivas dentro de la coalición y no sabríamos cómo sería la correlación de fuerzas en Estados Unidos, porque a Trump le importa un carajo Venezuela. Yo dudo inclusive que sepa dónde queda, pero tienes una fuerza en el Congreso que es extremadamente reaccionaria, fuerte y violenta, como Ted Cruz de Texas, Marco Rubio en Florida. Eso va a decidir si esa transición puede ser medianamente pacífica o no.
-¿Hay espacio todavía para una salida negociada?
-La gente solo negocia cuando piensa que no puede ganar por otra vía, pero el gobierno de Maduro no ha llegado todavía a la convicción de que su estrategia lo va a llevar al abismo. Lo hemos visto en Colombia: 50 años de guerra hasta que todo el mundo aceptó que militarmente nadie podía ganar. Y cuando llegan a esa conclusión, entonces negocian. Los que podrían hacérselo entender serían los chinos y los rusos. Pero China no está todavía con el software de una potencia mundial de ese tipo, Rusia lo tiene, pero no tiene el poder que tiene China. A uno le falta el poder, al otro le falta el software.
Fuente: Andrea Sosa Cabrios y Denis Düttmann en Clarín (Argentina)
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