Jesús Blanco, un joven venezolano, estudiante de primer año del Instituto Politécnico de Kiev (KPI), fue uno de los extranjeros que se vieron en la obligación de abandonar Ucrania en medio de la invasión rusa que sumió al país en un importante conflicto armado.
El venezolano tuvo que salir de Kiev con destino a Varsovia, en Polonia, pero tardó más de 32 horas en llegar a su destino y poder comunicarse con su familia. De allí, tomó un avión con destino a España.
«Bendición, mamá. Estoy bien«, dijo el joven tachirense al lograr hablar con su progenitora, quien habría sentido alivio al escuchar a su hijo.
«Fue esta mañana que pude hablar con mi mamá y eso fue llorar y llorar. Yo igual estaba desesperado por comunicarme con ella, porque había llegado a Polonia y no me pasó nada, pero no podía decírselo porque no tenía cómo», añadió.
La travesía
El pasado 24 de febrero, Rusia atacó a Ucrania en la madrugada, por lo que los vuelos fueron cancelados en varias zonas de la país. Así mismo, las universidades cerraron y los bancos colapsaron.
El 25 de febrero, según comentó Blanco a Efecto Cocuyo, inició su travesía: subió a un vagón en la estación de Kiev, luego de esperar 10 horas en un andén abarrotado de mujeres, niños, ancianos y extranjeros.
Se bajó en Lviv, una ciudad ubicada a 70 kilómetros de la frontera polaca. Desde allí, tomó otro tren para salir de territorio ucraniano. Sin embargo, un viaje que, normalmente, tomaría 120 minutos, se convirtió en uno de 22 horas, durante las cuales, Jesús viajó apretujado en un asiento y sin agua para beber.
«En el momento en el que salí de Lviv y llegué aquí a Varsovia fue trayecto bastante largo: casi un día completo en que no pude hablar con mi familia. Fue esta mañana que pude hablar con mi mamá y eso fue llorar y llorar. Yo igual estaba desesperado por comunicarme con ella, porque había llegado a Polonia y no me pasó nada, pero no podía decírselo porque no tenía cómo», apuntó.
Cuando llegó a Polonia, aseguró que el frío le partía los labios y sentía sed como nunca antes, pero también sintió un gran alivio. Describió la acogida de los voluntarios polacos como «buenísima», ya que ayudaron enormemente a quienes cruzaban la frontera.
«La verdad es que el recibimiento fue buenísimo. Hay muchísimos voluntarios. Nos entregaron comida, agua, cobijas, toallitas húmedas, té, café. De todo. Hubo muy buena acogida«, explicó.
Redacción Maduradas con información de Efecto Cocuyo
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