Yolanda, nombre ficticio por protección, dio a conocer su historia, misma que viven decenas de venezolanas que son captadas para ser prostituidas en Colombia con la falsa promesa de un trabajo digno.
Esta joven ofreció su testimonio en una cafetería en la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela, observa de reojo con evidente miedo y nerviosismo.
Reconoció: «Hacemos todo con miedo: salimos con miedo. Nos subimos a la buseta con miedo. Caminamos con miedo. Me da terror. Me da pánico volver a encontrarme con ellos ‒sus captores‒, porque están acá y en libertad. Me los encontré ya dos veces. De frente. Nunca estoy tranquila. Vivo 24 horas al día con miedo».
La criolla recordó aquel momento en que se dio cuenta que había sido engañada, no estaría cargo de un puesto de café como le ofreció una vecina de su barrio que era amiga de la familia de toda la vida.
“Cuando mi vecina, amiga de mi mamá y del barrio de toda la vida, me ofreció el trabajo me hice muchas ilusiones. Pensé que, por fin, podría mandarle dinero a mi familia y lograr que tuvieran una vida mejor. Mi vecina me dijo que había estado en Colombia vendiendo tintos ‒como se le conoce al café en Colombia‒ y que le había ido muy bien, que hacía 60.000 pesos diarios. Me dijo ‘yo te pago el pasaje, no te preocupes. Hay hospedaje. Yo conozco un señor allá y él nos va a recibir’. Me dijo que no me preocupara: que conforme hiciera la clientela y ganase dinero le iría pagando la deuda del transporte desde Venezuela hasta Colombia. Hasta que al día siguiente de llegar me dijo aquello: ‘No, mamita. Usted no viene a vender café. No vaya a creer que la vamos a mantener: ha venido a ser prostituida. Ah, y sus dos hijas también. Hay señores a los que les gustan las chamas’. La madrugada de ese día fue cuando sucedió. El dueño entró al cuarto en el que nos retenía con mis dos hijas y me puso el cuchillo en el cuello. Él me dijo ‘si gritas o haces algo, ya sabes que sé dónde está tu familia, y que tu vecina me ha dado todos tus datos’», relató.
Ahora, esta madre venezolana quien fue captada hace año y medio es parte e un programa de protección a testigos para víctimas de trata sexual.
La psicóloga especializada en zonas de alto impacto y violencia sexual, Nini Jonanna Rodríguez, quien ofrece información a grupos de mujeres inmigrantes para alertarlas sobre la trata sexual donde las venezolanas son parte de la población más vulnerable debido al éxodo masivo, explicó en una entrevista a Sandra García Moreno para El Nacional, que sí hay trata sexual.
«¿Que si hay trata sexual? Claro que la hay. Sin ninguna duda. En el 2018 se registraron, en el país, varios allanamientos donde se encontraron víctimas de trata sexual, y la mayoría eran migrantes venezolanas. De hecho, tengo conocimiento de algunos casos. Algunas mujeres han referido que Tibú ‒zona roja controlada por el Ejército de Liberación Nacional (ELN)‒ es un lugar donde hay alta violencia y explotación sexual. Las mujeres son engañadas y llevadas supuestamente para trabajar en fincas cafeteras. De hecho, tengo el registro y testimonio de varias mujeres que me han hablado de esto, y que me han contado que han terminado allí engañadas. Les dijeron que les pagaban sus pasajes y al llegar allí les ofrecen vestuarios y las explotan. Algunas consiguieron escapar, como las mujeres con las que hablé. Otras no tenemos conocimiento, ya que allí se encuentran los grupos armados al margen de la ley. Lo que sí tenemos son testimonios de varias mujeres que no se conocían entre ellas y dijeron y contaron exactamente lo mismo de forma independiente, sin saber si había otras mujeres que ya tenían una experiencia parecida», explicó.
Del mismo modo, agregó: «También sé que se han llevado a mujeres para Bogotá, Bucaramanga, Tibú, Ocaña. Estos son los sectores que me han nombrado las mujeres que yo entrevisté. El que se repite con más frecuencia es Tibú. Es algo muy fuerte y estos casos están sucediendo. También está ocurriendo que ponen papelitos que dicen ‘trabajo sí hay’. Las mujeres llaman a estos números y son trabajos en fincas, y terminan siendo explotadas sexualmente».
Sobre las cifras de víctimas aclara que no son más que estimaciones debido a que la mayoría de las víctimas de estos delitos permanece en silencio.
«No existen datos ni cifras concretas porque las mujeres tienen mucho miedo a denunciar y, lamentablemente, tenemos aquí bandas criminales, grupos armados al margen de la ley. Muchas mujeres han manifestado que no podían hacer denuncias porque las tenían amenazadas y les habían dicho que sabían dónde vivían, quiénes eran y dónde estaban sus familias, que sabían dónde encontrarlas y que cuidadito con que denunciar o hacer algo. Entonces, hay mucho miedo: miedo a la muerte, a la persecución. Yo también tengo mucho miedo. Tengo miedo a que nos silencien. A medida que esta lucha avance sé que voy a tener muchos riesgos», señaló.
Redacción Maduradas con información de El Nacional.
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