Cuando a finales de 2012 inicié la única investigación periodística que ha desvelado las relaciones del chavismo con a la brujería, ni en los escenarios más descabellados pude imaginar que la realidad podría incluso llegar a superar las historias inverosímiles que circulaban en forma de rumores virales por todo el país.
El convencimiento de que Hugo Chávez se había rodeado de brujos y de santeros cubanos para retener el poder y embrujar a los ciudadanos y votantes era una realidad extendida en Venezuela, al menos desde el punto de vista sociológico. En la oposición, desde las esferas del poder, sus excompañeros y exministros daban por hecho de que el presidente de Venezuela había iniciado una carrera espiritual para lograr sus propósitos políticos.
El trabajo periodístico ha dado a luz el libro Los brujos de Chávez: la magia como prolongación de la política (Editorial Economía Digital, que tanta repercusión y revuelo ha tenido en los últimos días.
Incluye más de 60 entrevistas con el entorno íntimo de Hugo Chávez: amantes, ministros, amigos, militares allegados e incluso testimonios de la alta jerarquía chavista. También contiene fotografías de los salones del Palacio Presidencial donde se realizan sesiones espiritistas y una carta inédita de Chávez a la bruja que le vaticinó la muerte.
Para escribirlo, recorrí medio país. Visité los pozos en los que se bañaba Chávez para liberarse de las malas energías y entrevisté a las brujas que le echaron ramalazos y a los párrocos que lo acompañaron en el regreso a sus raíces católicas en su enfermedad.
Así como los médicos y los militares venezolanos habían estallado contra la invasión de profesionales cubanos que los desplazaban en puestos clave con el Gobierno chavista, los santeros venezolanos, los sumos sacerdotes, comenzaban a quejarse de que los babalawos cubanos les estaban dejando sin trabajo.
Las inclinaciones espirituales de Hugo Chávez también habían tenido consecuencias para el país.
Chávez inició una carrera espiritual con la lectura de cartas desde que preparaba la conspiración que terminó en el Golpe de Estado de 1992. Cristina Marksman, su primera bruja conocida, pronosticó su muerte antes de los 60 años y también le dijo que sería presidente. El entonces líder de la insurrección militar se encargó de comentar estos vaticinios con su círculo íntimo, con su amante, sus amigos y los conspiradores que lo acompañaron en la aventura golpista.
Ellos fueron testigos de cómo el expresidente quedó marcado por aquellos vaticinios, pero con poco más de 30 años, la muerte se ve como un asunto ajeno y lejano. Después de que el cáncer acabara con la vida del presidente, tanto su amante como sus amigos y compañeros conspiradores comenzaron a recordar aquella premoción. Así comienza Los brujos de Chávez.
El chavismo se entregó a la magia y a la santería en una carrera sin freno que tuvo como punto álgido la exhumación del cadáver de Simón Bolívar.
Chávez, supersticioso como buen llanero, acudía a consultarse las cartas cada vez que tenía que hacer un viaje o cita importante. Más tarde comenzó a invocar a los espíritus de los Libertadores desde la cárcel a través de sesiones espiritistas. Sentía una conexión especial con Bolívar, con Zamora y con Maisanta, el bisabuelo revolucionario. Visitó la montaña de Sorte y pidió ayuda a los chamanes indígenas.
Durante los primeros años como presidente, sus viajes a La Habana comenzaron a ser más frecuentes. Los altos militares y ministros también visitaban Cuba para celebrar reuniones políticas. El acercamiento político y el intercambio cultural terminó con una llegada de un ejército de sacerdotes de la santería que llenaron empresas públicas, ministerios, las gobernaciones y los altos estamentos de las Fuerzas Armadas.
Y esa invasión no tenía otro propósito diferente que el de controlar las decisiones políticas en Venezuela. Raúl Baduel, examigo personal y ministro de la Defensa de Hugo Chávez, no tiene dudas sobre el propósito de esta invasión silente: «Fue un plan de Fidel Castro quien, aprovechando el carácter supersticioso de Chávez, llenó las altas esferas de estos consejeros para controlar a quienes tomaban decisiones e informar a sus jefes en Cuba».
Con la llegada de informantes cubanos secretos a Venezuela, según el exministro de la Defensa, que cumplió condena en la cárcel de Ramo Verde, la santería también creció de forma vertiginosa en el país. Una religión minoritaria fue ganando terreno en todos los ámbitos sociales, pero especialmente entre los seguidores del chavismo y en los hombres del poder.
El chavismo se entregó a la magia y a la santería en una carrera sin freno que tuvo como punto álgido la exhumación del cadáver de Simón Bolívar. Sucedió en un momento en que el robo de cadáveres en los cementerios se multiplicaban. Los rituales paleros, que utilizan huesos humanos para pedir a los difuntos favores y concesiones, se extendieron por todo el país. Pero con el auge de esta religión llegó también el declive del chavismo y de Chávez.
El presidente enfermó y muchos quisieron ver en su muerte una maldición, tal vez del espíritu de Bolívar, tal vez de los orishas, de los santos o de los dioses por haber profanado una tumba sagrada en otra pseudo-religión en Venezuela: la que siempre rinde culto al Libertador.
Chávez murió, pero su espíritu sigue vivo según los chavistas y según el propio Nicolás Maduro, que también ha heredado el carácter supersticioso de su padre político. El presidente los vigila, está pendiente de sus pasos. Tal vez sigue vivo, aferrado al poder por el último hechizo que permanece activo y que, según las brujas, los santeros, los espiritistas y los políticos crédulos y supersticiosos, sigue teniendo influencia en toda Venezuela.
Fuente: Huffington Post / David Placer.