Sol Teresa Mejías, una venezolana hija de colombianos que llegaron a Caracas hace más de 40 años, sigue en el país luchado en medio de la crisis, pese a que sus hijos se fueron a Colombia a buscar oportunidades.
La mujer trabaja entre las 7:00 de la mañana y las 4:00 de la tarde, como parte de su compensación sus empleadores le dan el desayuno y el almuerzo, el resto lo recibe en bolívares, incluso en dólares.
«Me sale mejor trabajar y comer en la casa que limpio a que me den el dinero que igual se me va a ir comprando cualquier cosa para alimentarme. Yo desde un principio exijo que me den la comida, que no forme parte del pago, explicó Mejías.
Por su parte, la empleadora reconoce que se esfuerza por darle una buena alimentación porque le gusta su trabajo: «Ella trabaja bien, y queremos seguir teniéndola. Aquí yo le preparo su comida completa, con proteína, con arroz, con ensalada. Sé que de lo contrario pudiera dejar de venir, y sería peor para todos».
El Programa Mundial de Alimentos de la Organización de Naciones Unidas (WFP, por sus siglas en inglés) publicó un estudio que señala que 9,3 millones de venezolanos están en inseguridad alimentaria.
«Para sobrevivir, el 33% de los hogares ha aceptado trabajar a cambio de comida y el 20% ha vendido bienes familiares para cubrir necesidades básicas. Seis de cada diez familias han gastado sus ahorros en comida», revela el informe.
«Siempre pienso que la limpieza de las habitaciones y el salón es por dinero, pero la de los baños es por la comida», recnoció la mujer quien además reveló que a veces deja parte de las porciones que le dan para la cena, porque «hay que rendirla».
Redacción Maduradas con información de La Razón
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