El activista por los Derechos Humanos Lorent Saleh, quien estuvo preso durante cuatro años en Venezuela y fue liberado y extraditado a España el pasado 12 de octubre contó nuevos detalles de lo que vivió en La Tumba.
En una entrevista ofrecida a la periodista Cayetana Álvarez, para El Mundo, explicó que La Tumba «es un centro de tortura… Sofisticado y moderno» ubicado cinco pisos bajo tierra en el edificio del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) en Plaza Venezuela
Describió el lugar como «un manicomio futurista», donde todo es blanco y limpio, hay espejos, cámaras y paredes blancas.
Explicó que le cubrían las muñecas con tirro para evitar que las esposas dejaran marcas, siempre le colocaban una luz blanca directa, chorros de agua por horas continuas y breves descargas eléctricas.
Detalló que su celda de dos por tres metros, estaba al final de un largo cruzar de puertas y pasillos, allí disponía de un timbre, un colchón y dos potes, uno para tomar agua y otro para orinar. Podía escuchar el metro.
Luego de cuatro intentos de suicidio, y varias huelgas, fue llevado a El Helicoide, donde describe el sistema de «Estado mafioso» en el que reina la extorsión.
Allí tuvo que presenciar momentos muy duros, «he visto a hombres arrodillarse para que les golpearan. Y lo peor -lo más terrible y estremecedor-, he visto a hombres no hacer nada frente al sufrimiento de otros hombres. He visto presos colgados tres días de una reja. Crucificados. Y a otros presos pasar a su lado, como si nada. He visto a reclusos prestarse para maltratar a otros reclusos, creyendo que así evitarían ellos ser maltratados. Y eso no sucedía, claro. También eran maltratados. Y más todavía. Porque nadie, ni sus carceleros ni sus compañeros, confiaba ya en ellos. Es tan enfermo, tan trágico: ver al ser humano en su estado más elemental y miserable. Como el judío que lleva a otro judío al horno. Eso ha conseguido el chavismo, la deshumanización más abyecta».
Explicó que el Gobierno ha logrado que «unos se acostumbran a golpear, someter, torturar. Pero lo peor es que otros se acostumbran a ser golpeados, sometidos, torturados. Es como el elefante bebé, al que atan de una cadenita con un clavo al suelo. Y el elefante crece y se hace inmenso, pero sigue ahí, encadenado».
Redacción Maduradas con información de El Mundo.
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