La venezolana Gladys Meza, de 49 años, con doctorado en Derecho Canónico y en Derecho Civil de la Universidad Laterana, trabajaba en la embajada de Venezuela ante la Santa Sede cuando fue asesinada junto a su esposo, Alois Estermann, comandante de la Guardia Suiza.
Gladys era la segunda de 10 hermanos de una humilde familia oriunda de Urica, en el estado Anzoátegui, llevaba 16 años de casada con su esposo y no tenía hijos.
Durante la canonización de la beata Madre María de San José, la primera santa venezolana, Gladys pronunció un discurso sobre las cualidades de la monja en colaboración con el cardenal Castillo Lara.
Mientras que su esposo tuvo la oportunidad de demostrar su lealtad al papa Juan Pablo II durante el atentado del turco Ali Agca en 1981, Estermann se lanzó sobre el Pontífice en un intento desesperado y fallido de protegerlo de los disparos.
El 4 de mayo de 1998 un oscuro crimen ensombreció la vida de Glasys y Alois en el Vaticano.
Ese día lluvioso unos supuestos asesinos dejaron tres cadáveres en la entrada del pasillo de una habitación, las víctimas fueron dos hombres y una mujer, la habitación estaba en el recinto contiguo a la puerta de Santa Ana una de las principales entradas públicas del Vaticano.
Una monja explicó que eran cerca de las 9:00 de la noche cuando escuchó varios disparos, posteriormente encontró la puerta de la residencia abierta y vio tres cadáveres, reconoció a uno de ellos, el jefe de la Guardia Suiza, Alois Estermann.
Estermann había ocupado el cargo de forma interina ese mismo día, lo habían nombrado para reemplazar al coronel Roland Buchs quien renunció por problemas familiares.
Junto a Estermann yacía el cuerpo se su esposa, Gladys, y el tercer cadáver era el de Cédric Tornay, un cabo de la Guardia Suiza de 23 años, quien no tenía una buena relación con su comandante y ese día debió haber estado de guardia en la entrada del palacete de oficiales hasta las 7:00 de la noche.
Se conoció que Estermann en una oportunidad le llamó la atención a Tornay por no regresar a dormir en el cuartel una noche cuando salió con sus amigos.
Bajo el cadáver del cabo estaba su arma reglamentaria, una SIG-Sauer 75 Parabellum de fabricación suiza, calibre 9mm, desde donde se habían disparado cinco balas.
La pareja estaba hablando por teléfono con un amigo cuando fueron asesinados, este amigo se convertiría en testigo del crimen, aunque de él solo se especuló que era un sacerdote.
El caso quedó en manos del juez único del Vaticano, Guanluigi Marrone, quien dispuso que los profesores Piero Fucci y Giovanni Arcudi, consejeros de la Dirección de Servicios Sanitarios, hicieran las autopsias.
Las hermanas de Gladys, Raiza, María y Claudia, viajaron hasta Roma tras conocer la noticia y calificaron los hechos como «sospechosos».
El caso se archivó oficialmente en 1999 cuando se concluyó que el crimen de la pareja fue cometido por el guardia suizo que posteriormente se quitó la vida.
Por su parte, el cardenal Pietro Parolin pidió al tribunal estatal de la Ciudad del Vaticano que preste “especial atención” a la solicitud hecha por la madre del guardia acusado, Cédric Tornay, de tener acceso a los documentos confidenciales de la investigación.
Redacción Maduradas con información de La Patilla.
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