El presidente de Colombia, Gustavo Petro, aseguró este miércoles 1 de marzo que la prisión de máxima seguridad a la que el gobierno de El Salvador trasladó la pasada semana a 2.000 supuestos pandilleros es realmente un «campo de concentración».
«Ustedes pueden ver en redes las fotos terribles del campo de concentración de El Salvador, lleno de jóvenes, miles y miles, encarcelados que le da a uno escalofríos», dijo Petro durante el acto de inauguración de la ampliación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, de Bogotá.
Las imágenes de los presos, sin camiseta, con los tatuajes característicos de las pandillas, esposados, agachados y amontonados, han recorrido todo el mundo en los últimos días, con muchos detractores por la falta de humanidad en el trato.
«Yo creo que hay gente que le gusta eso, indudablemente, ver a la juventud dentro de las cárceles y creen que eso es la seguridad y se disparan las popularidades, indudablemente», consideró Petro.
Justamente esta misma mañana, Petro publicó en sus redes una encuesta de la firma costarricense CID Gallup donde Bukele es el líder con mayor opinión favorable, con un 92 %, y él ocupa un séptimo lugar con el 57 %.
Bukele ha hecho de su política de lucha contra las pandillas una de sus banderas y ha elevado su popularidad, a pesar de tomar medidas tan controvertidas como esta.
De acuerdo con las cifras oficiales, bajo el régimen de excepción, aprobado hace un año tras una escalada de asesinatos, se ha detenido a más de 64.000 personas, a las que el gobierno salvadoreño acusa de ser pandilleros y de las que se han liberado a más de 3.300.
Las organizaciones humanitarias salvadoreñas y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos han recibido más de 7.900 denuncias de atropellos, la mayoría por detenciones arbitrarias.
El dirigente colombiano aseguró que se puede lograr lo mismo sin este tipo de medidas, ejemplificando con su mandato cuando era alcalde de Bogotá, donde, según él, lograron «reducir igualmente esa tasa de homicidios, de criminalidad, de violencia, pero no a partir de cárceles, sino de universidades, de colegios, de espacios para el diálogo, de espacios para que la gente pobre deje de ser pobre».
EFE
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