No está junto a Luis Chataing, no es Ni tan tarde, y tampoco “se parece igualito”. Es un late show, sí, y es con Érika de la Vega. Pero ni siquiera es la misma Érika de la Vega de sus inicios en televisión. Ha cambiado, -o evolucionado, término que prefiere usar-, pero mantiene la misma esencia, insiste. Ahora es una mujer casada, con hijo, y se residenció en otro país en el que tuvo que enfrentar un nuevo comienzo personal y profesional.
Y Ya era hora. Tal y como se llama el programa que marca el regreso de la animadora venezolana al formato que le dio a conocer. Se transmite en Estados Unidos desde la semana pasada, cada domingo a las 10:00 pm. a través de Telemundo, canal que la acogió hace un par de años en su pantalla, primero con El show de Érika (en su señal internacional), luego con el programa de realidad Yo soy el artista, Suelta la sopa y Suelta la sopa extra, espacio en el que coincidieron por primera vez la venezolana y el animador mexicano Eduardo Videgaray, con quien hace llave.
En el late show comenta el acontecer internacional en clave de humor, al tiempo que se realizan entrevistas, parodias, se escucha a una banda en vivo y reciben los aplausos del público presente en el estudio.
Ah, cómo no, Boris Izaguirre aparece de vez en cuando a recitar algo y dejar a su paso una estela de genialidad.
–Suelta la sopa murió y ustedes sobrevivieron…
-Evolucionó. Allí nació algo inesperado. Estuvimos los tres, se dio una buena química, y se asumió como un late show, más que un pop show. Ya era hora es un programa de entretenimiento para ver la actualidad a través del cristal del humor y darnos el chance de reírnos nosotros mismos como comunidad latina que se encuentra en los Estados Unidos.
–¿La química con Eduardo fue instantánea o tuvieron que trabajarla en terapia?
-Eduardo y yo nos conocemos desde hace años. La gente pensará que no tenemos nada en común, más allá de las cosas que nos hacen reír, y eso realmente lo es todo para comenzar una bonita relación.
-Es muy difícil conseguir una pareja televisiva o radial. Tener química, entenderse. Por muchos años, en Venezuela, tuve a mis amigos trabajando conmigo. Se convirtieron en mi familia, tuve mucha suerte. Cuando me fui del programa de radio Un mundo perfecto, con Ana María Simón, pensé que más nunca iba a poder trabajar así con alguien. Eso era parte de mi depresión en ese momento. Y, mira chico, la vida te sorprende. Llega Eduardo y trae todo para convertirse en otro gran amigo. Igual Boris, que es como la cereza del helado en el show, pues cada intervención suya es única e irrepetible. Él es una perfecta amalgama, con sabor a tutti frutti.
–La critican por querer hablar con acento neutro.
-Me impresiona mucho que digan eso, me perturba porque no estoy utilizando acento neutro ni me pidieron que lo hiciera. Quizás estoy pronunciando un poquito mejor las palabras y no estoy comiéndome las letras, porque, bueno, quiero que me entiendan. Pero yo sigo hablando venezolano. Es probable que se me peguen algunas cosas de Eduardo o tengo consciencia que en vez de ‘manejar el carro’ es mejor decir ‘conducir el auto’. El día que hable con acento neutro, pierdo mi esencia, y todo se echa a perder. Sin embargo, creo que haría lo que tenga que hacer para aprovechar esta oportunidad de hacer humor para el público hispano en los Estados Unidos.
–Otros ven con malos ojos su participación en un programa de farándula…
–Suelta la sopa es una oportunidad hacer cosas, de darme a conocer a la gente que no me conoce. Cuando me fui de Venezuela, me quede sin el público que me ha apoyado a lo largo de mi carrera y que me aceptaba casi todo. No puedo pensar que a mí se me van a dar grandes oportunidades si no empiezo a agarrar las primeras que se presentan, no importa el tamaño que sean. Ese es el camino que yo pienso es el correcto. Me ha acostumbrado al desapego a los productos en televisión y en radio. No digo que no ha sido duro, pero he aprendido que los programas vienen y va. Esta es una oportunidad buenísima y no quiero pensar que será la última.
–Parece que ese público que le sigue no deja de compararla con su pasado.
-Uno va creciendo, transformándose. Es algo natural, uno tiene su esencia, por supuesto, pero no puedo ser la misma de Diente por diente. Me encantaría, pero han pasado los años, he tenido experiencia, soy una mujer casada, tengo un hijo. La vida te va enseñando y te va moldeando, para bien o para mal. En mi caso, quiero pensar que para bien. Es importante mantener mis valores y la incomodidad ante la vida que es la que me hace expresarla través de los medios y reflexionar sobre eso con humor, seriamente, o como sea. Te aseguro que si intentara ser la misma animadora que en Fama, sudor y lágrimas o en Latin American Idol, también sería criticada.
–En Venezuela escasea el humor en la televisión. ¿Será esa la razón de la añoranza del público?
-Entonces habrá que preservar el humor en la calle, aunque las cosas no están como para reírse. La gente no va a dejar de sonreír, de ver la realidad, aunque la televisión no sea reflejo de ella. Si la televisión venezolana quiere seguir siendo vista, va a tener que parecerse más a su sociedad que a lo que quiere el gobierno que se parezca.
–En el primer episodio de Ya era hora se ríen de lo que significa migrar a Estados Unidos. ¿Resulta divertido en la realidad?
-No importa cómo lo dejes: en barco, tren, balsa, o jet privado, pero irse de tu país es difícil. Cambias de ubicación y también se te mueve todo por dentro: tu mente, tu corazón, tus afectos. Te cuestionas: dónde estoy, quién soy. Uno puede llegar a situaciones muy profundas en ese exilio voluntario… O involuntario. Sobre todo cuando te preguntas ¿qué hice los últimos 20 años y por qué ahora tengo que replantearme hacerlo diferente? Por un lado lo puedes ver como un súper reto, como la oportunidad de relanzarte a la vida, pero por otro lado es un poco injusto, porque por lo que trabajaste los últimos años de tu vida de repente se convierte en humo, en algo intangible. que no se puede ver. En mi caso, una que otra cosa se consigue en Youtube. Es complicado y hay que saber vivir con eso, buscar la manera de resolverlo. Es una pequeña lucha diaria. Pero la mayoría de los días, lo veo como una oportunidad, porque me fui de mi país buscando una, ¿no? Uno tiene que honrar las decisiones que toma en la vida.
Entrevista con Erika De La Vega por: José G. Márquez para El Universal