El «milagro económico» prometido por el presidente Nicolás Maduro el pasado 20 de agosto sigue sin materializarse y el país continúa hoy sumido en una profunda crisis con algunos indicadores recrudecidos.
Luego de semanas de antelación el chavismo puso en marcha hace dos meses su llamado «plan de recuperación económica y prosperidad», el mayor paquete de ajustes económicos de Maduro desde que asumió la Presidencia en 2013 y con el que busca resolver varios problemas, entre ellos el desabastecimiento y la hiperinflación.
Hoy persiste la escasez de alimentos, algunos casi imposibles de conseguir para millones de venezolanos, y los precios suben poco más de 4 % cada día, según estimaciones del Parlamento, de mayoría opositora, que ha rechazado las medidas del Ejecutivo.
La primera decisión del Gobierno fue reconvertir la moneda local, el bolívar, a la que le quitó cinco ceros para simplificar las transacciones y hacer frente a la inflación que, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, cerrará el año en 1.350.000 % y se proyecta en 10.000.000 para 2019.
Esta medida estuvo acompañada por la puesta en circulación de una nueva familia de billetes con denominaciones más ajustadas al alto costo de la vida, y tenía como objetivo satisfacer la demanda de dinero físico, un bien que se llegó a comercializar en el país por precios muy superiores a los escritos en ellos.
El éxito más visible del Gobierno radica en haber simplificado las operaciones comerciales con la reconversión monetaria y en haber aminorado las colas en las entidades bancarias que hoy ofrecen dinero casi sin reservas a los ciudadanos, cada días más pobres.
De resto, cerca de la mitad de la clase trabajadora que devenga salario mínimo sigue viviendo en la miseria pues perciben menos de 1,25 dólares al día, el umbral establecido por Naciones Unidas para hacer estas mediciones.
Aunque el «paquetazo» económico arrancó con una subida salarial de 3.500 %, en la práctica el sueldo básico de todo un mes alcanza para comprar en la actualidad dos kilos de detergente o unos cinco pollos.
Ante ello, las organizaciones de derechos humanos y partidos políticos han advertido el aumento de la desnutrición que tampoco puede ser resuelta en los decadentes hospitales, cuyos trabajadores llevan más de 100 días de protestas para denunciar la «emergencia sanitaria».
Por otro lado, la «revolución bolivariana» dictó nuevas medidas para mantener controles sobre los precios de los productos, el tráfico de divisas, las operaciones bancarias y otras aristas del ámbito financiero que, según expertos, han empeorado la situación.
Maduro ha dicho que aplicará «mano dura» a quienes no acaten estas decisiones y en ese sentido la Justicia ha procesado a una veintena de gerentes de comercios por supuestos delitos económicos.
Mientras tanto, el Banco Central sigue perdiendo la batalla frente al dólar paralelo e ilegal, que se cotiza a un precio muy superior al establecido en el incipiente mercado oficial de subastas que sacia pocas demandas, generalmente de empresarios.
Si bien el llamado plan de recuperación inició con una devaluación de 95,8 %, solo en el mercado oficial el bolívar se ha depreciado 1 punto porcentual cada mes, en promedio, mientras que en el mercado paralelo, que rige casi todas las actividades comerciales, el panorama es mucho más negativo.
Con todo, el chavismo sigue empeñado en su plan como una «fórmula mágica» que recibió, según el mismo Ejecutivo, el visto bueno y el auspicio financiero de China, un país al que Maduro dijo ayer que enviará 1 millón de barriles de petróleo «como sea».
Información de EFE
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