El diario El Carabobeño, hizo una mención a la triste realidad del país, este país que se ha convertido en un exportador de potenciales delincuentes desde temprana edad, gracias a la falta de cultura y educación, pues en su mayoría ni siquiera han terminado el bachillerato.
Estamos ante una delincuencia infanto-juvenil, lamenta el criminólogo y abogado, Fermín Mármol García, con el siguiente perfil: predominio del género masculino, desertor escolar, perteneciente lastimosamente a los sectores populares y está cerca del consumo de drogas lícitas e ilícitas.
Aquí la publicación completa:
En el 2014, 912 menores de 18 años celebraron por última vez su cumpleaños. Fueron víctimas mortales de la violencia. Robos, enfrentamientos, ajustes de cuenta, los diferentes modus operandi. Así aumentaron 2,51% en el país, los homicidios de jóvenes con relación a 2013. Y lo paradójico es, que la edad promedio del delincuente venezolano oscila entre 15 y 24 años, pero tiende a ser recurrente que baje a 12, 13 y 14 años de edad, según cifras del informe de la Asociación Civil Centro Comunitario de Aprendizaje [Cecodap].
El drama está descrito en porcentajes: todos los tipos de violencia se incrementaron en 32% en Venezuela. Solamente en Carabobo han perdido la vida 12 adolescentes en el primer trimestre de 2015, como consecuencia de las diversas modalidades delictivas. “La tasa de homicidios de jóvenes entre 15 y 17 años se ha triplicado”. La precisión es de Fernando Pereira, coordinador general de Cecodap y especialista en derechos de los niños. Desde que este organismo elaboró el primer informe en 1992, sus estadísticas apuntan hacia un ascenso de la violencia.“Entre 1997 y 2009, se duplicó la tasa de muertes por homicidio en menores de 18 años”.
Atribuye como factores desencadenantes el fomento del lenguaje ofensivo y de los gestos agresivos, que interfieren para que los niños aprendan a dialogar buscando entenderse, en lugar de la confrontación. Cuando llega a casa quejándose porque el otro le pegó en la escuela, lo mandamos a que devuelva el golpe y se defienda.
Hace más de una década, los focos de mayor peligro estaban en las grandes ciudades del país, pero el mapa de la violencia se ha ido extendiendo. “Un varon entre 13 y 17 años, residente en las zonas populares, tiene más posibilidades de ser víctima”.
Lo irrecuperable
7 de abril de 2015: Un joven de 17 años fue acribillado en la zona del 23 de Enero [Caracas] por un grupo armado, mientras estaba reunido con unos amigos. Se había graduado de bachiller y quería seguir estudiando para formar parte del Cuerpo de Investigaciones Científicas Policiales y Criminalística (Cicpc). “Resultaría una deuda insaldable de millones de años perdidos, si contáramos las vidas de los niños y adolescentes menores de 18 años que han muerto violentamente, comparándolos con la expectativa de vida [74 años] que deberían vivir en promedio”, lamentó Pereira.
El Informe Regional de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas [2013-2014], señala que en América Latina se han perdido 331 millones de años de vida, producto de la violencia social, lo que se traduce en una pérdida de 0,5% del PIB per cápita en la región.
Un informe de Unicef, titulado “Ocultos a plena luz” [2014] demuestra que en Venezuela el número de niños menores de 5 años salvados por los médicos, es casi igual al número de vidas perdidas hasta los 19 años. Este resultado sugiere que al llegar a la mayoría de edad los jóvenes están sentenciados a morir, sino se aplican medidas para enfrentar la violencia.
Otro dato nada alentador de este estudio: El homicidio es la primera causa de muerte entre los varones de 10 a 19 años en América Latina y el Caribe [25.400 víctimas en 2009], región que lidera los índices mundiales de violencia contra la infancia. Venezuela es el tercer país latinoamericano con la tasa más alta de mortalidad producida por agresiones: con 1,2 niños menores de 10 años por cada 100.000 y 39 por cada 100.000 adolescentes, en edades comprendidas entre los 10 y 19 años.
Perfil de los victimarios
Un incremento de 70% de menores involucrados en hechos delictivos, registra Cecodap. De 2.306 delitos, incursionaron en 833 robos [36,03%], 306 están relacionados con el narcotráfico [13,25%] y 264 son homicidios [11,43%].
Estamos ante una delincuencia infanto-juvenil, lamenta el criminólogo y abogado, Fermín Mármol García, con el siguiente perfil: predominio del género masculino, desertor escolar, perteneciente lastimosamente a los sectores populares y está cerca del consumo de drogas lícitas e ilícitas. En ambientes hostiles, se hace de un arma para protegerse de las agresiones que recibe por parte del entorno. “Siente que el arma de fuego le da empoderamiento, cree que lo hace parte de una cultura. Después que ejecuta el crimen se siente respetado y poderoso”, analizó el experto.
Y tienden a victimizar a sus coetáneos porque el delito tiene una escalinata. “Los delincuentes juveniles buscan víctimas que puedan someter y participan en delitos que requieran poca planificación, porque no poseen los recursos para cometer crímenes más organizados”.
La impunidad, la disponibilidad de armas, la relación con las figuras de autoridad y el mal ejemplo que les proporcionan, serían los factores que inciden en la disminución de la edad de los victimarios y las víctimas, considera el fundador del Centro de Investigaciones Populares, el padre Alejandro Moreno. “Por sus propias características de adolescentes quieren imponerse sobre los mayores. Pero, lo crucial es que cada vez más jóvenes ven la delincuencia como algo normal y no como un acto punible, implicando un cambio del modelo de la moralidad y de la conducta”.
Los sobrevivientes
La violencia no afecta solamente a quienes la han sufrido, es posible que también alcance a niños y jóvenes que han convivido con ella indirectamente, sostiene la directora de la Unidad de Psicotrauma, María Antonieta López.
“Uno sobrevive a la violencia, mas no se adapta”, resalta la psicóloga respecto a los niños que viven en zonas de alta peligrosidad, “Están expuestos a estrés postraumático complejo, sobreviven día a día a la violencia, expuestos a traumas, que son de difícil recuperación”.
La sangre vista a través de los ojos de los niños “no se puede lavar”, afirma el padre Alejandro Moreno. “Mediante la reflexión y con las experiencias buenas, puede convertirse en un recuerdo triste y doloroso”.
Con información de El Venezolano News y El Carabobeño.