“Están dadas las condiciones para un segundo Caracazo.” Quien atisba un nuevo levantamiento social en Venezuela, como aquel que en 1989 provocó cientos de muertos y que para muchos historiadores es el origen del chavismo, no es un dirigente opositor. Tampoco un empresario golpeado por las expropiaciones de la revolución ni un exiliado desde Estados Unidos. La sentencia es de Marea Socialista, una corriente crítica a punto de abandonar el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que “reivindica las ideas y argumentos de Hugo Chávez”, según explicó a LA NACION Heiber Barreto, uno de sus líderes. Esta facción, que lleva varios meses chocando duramente con la dirección del partido, a la que acusa de alejarse del legado del “comandante supremo”, se apoya en que la “desconexión del gobierno y de la cúpula del PSUV con lo que pasa en el país” los motivó “a salir con propuestas frente a la actual crisis económica y política”, resume el propio Barreto.
Y no son los únicos. En el seno de la revolución, públicamente o entre bastidores, distintos poderes y diversas corrientes compiten por la supremacía política, en medio de una descomunal crisis económica y con Nicolás Maduro golpeado en todas las encuestas.
El volcán, que llevaba meses lanzando fumarolas de todos los colores, entró en erupción a finales del mes pasado con la destitución del general Miguel Rodríguez Torres, todopoderoso ministro de Relaciones Interiores. Un cese que venía a confirmar lo que algunos sabían en los mentideros políticos de Caracas: la agenda del militar no es la misma que la de Maduro.
“La masacre de Quinta Crespo [la muerte de cinco paramilitares radicales, entre ellos José Odreman, agente de PoliCaracas y comandante del colectivo chavista 5 de Marzo], consumada por un comando de la policía, fue la gota de la arbitrariedad y de reto al Estado de Derecho que rebasó el vaso de la tolerancia ante los delitos cometidos por la autoridad”, disparó el ex vicepresidente José Vicente Rangel, asesor áulico del mandatario, para justificar la salida de Rodríguez Torres.
Los gestos públicos y las desavenencias privadas se habían multiplicado desde que tres escoltas del general participaron en los hechos violentos del 12 de febrero (que dejó dos muertos luego de una manifestación opositora) y durante la investigación del asesinato del diputado Robert Serra.
La matanza de los radicales y la caída del general impactó directamente en el ajedrez político del chavismo, más revuelto que nunca, que dispone de más alfiles, pero le falta el rey de la otra época. Y eso sucede en el peor momento del juego para la revolución: la autodefinición como chavista cayó desde el 44% de 2012 a menos del 25% actual, según los estudios del politólogo John Magdaleno.
El presidente y los civilistas del PSUV por un lado; los militares cercanos a Rodríguez Torres por otro. Los colectivos radicales en la base, Marea Socialista en la distancia y la corriente “hiperchavista” que todavía representa el gurú marxista Jorge Giordani. La familia de Hugo Chávez y los “barones” Elías Jaua (ministro del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales, golpeado por el escándalo de su niñera y el enfado del gobierno brasileño) y Rafael Ramírez (vicepresidente del Consejo de Ministros para Soberanía Política), alejado de momento de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), cuando el precio del barril no ha cejado en su caída. Esta semana cotizó a 72,80 dólares, cuando su media en 2013 fue de 98.
Y, mirándolos a todos desde su atalaya en el tablero Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, hombre fuerte del partido y líder del ala militar, que movió fichas en las últimas horas, al radicalizar su ya proverbial lengua afilada contra los enemigos internos. “¡Tienen que acabarse los grupos! ¡Tiene que haber chavistas rajaos! ¡Suprema lealtad al legado de Chávez, la absurda duda es traición!”, clamó el que era teniente durante el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992.
Bandera
Cabello, de acusaciones tan radicales como de reconocida astucia política, también aprovechó la coyuntura para alzarse con la bandera de la lucha contra la corrupción, pese a que la oposición lo acusa de beneficiarse de ella en múltiples ocasiones. “Se está sustituyendo la meritocracia de la IV República [que precedió a Chávez] por la «saboteocracia», expertos en sabotear. Me designan en un cargo y cruzo los brazos. Sabotean calladitos, simplemente sin decir nada, sabotean al pueblo y a la revolución”, dijo tras reunirse con sus Unidades de Batalla Bolívar-Chávez (UBCH), cuyos jefes se van a elegir en las próximas semanas de cara a 2015, año en que se llevarán a cabo las trascendentales elecciones parlamentarias.
“Cabello empieza a coincidir con nuestras críticas sobre la corrupción. Ahora que se prepare porque le dirán que está pagado por la CIA”, ironizó Nicmer Evans, politólogo revolucionario y una de las voces más poderosas de Marea Socialista, harto de las descalificaciones que llueven sobre ellos: quintacolumnistas, traidores y hasta cercanos a los paramilitares (a los colombianos, no a los chavistas).
Y es que los ataques vuelan de uno a otro lado del tablero socialista. “El PSUV y el gobierno están aplicando un paquete de ajuste económico donde el pueblo está pagando el costo de la crisis y no los causantes de la crisis económica: los que desfalcaron las divisas del país en los últimos 11 años, empresarios parásitos que se asociaron para delinquir con sectores de la nueva burguesía burocrática”, desvela Barreto, subido a la ola de Marea Socialista.
El sitio web radical Aporrea es uno de los pocos medios donde los críticos pueden airear sus protestas, ante el control informativo de todos los medios públicos y de parte de los privados. Basta un solo vistazo a la página para comprobar hasta dónde llega el malestar interno. “La división del chavismo puede concretarse si Maduro no toma los correctivos a tiempo. Porque es él, con su política económica a favor de la burguesía y el gran capital, quien melló la confianza que el pueblo chavista depositó en él”, destaca Nelson Lanz en uno de los artículos. “Es muy probable que Maduro no termine su mandato”, concluye Javier Vivas en el mismo medio.
Fuente: La Nación