Cualesquiera que fueran sus terribles defectos, Hugo Chávez mostró que cuando él estaba en su apogeo como líder animaba a Venezuela. Lo mismo ocurrió con Fidel Castro cuando jugó un papel similar en Cuba. Un hombre fuerte en una crisis necesita carisma. Nicolás Maduro, el actual presidente de Venezuela, no tiene ninguna. Así lo reza el diario The Economist en un explosivo artículo sobre la situación del gobierno bolivariano.
Tomemos, por ejemplo, el momento en que el 2 de septiembre, cuando su caravana pasó a través del urbanismo de Villa Rosa en la isla de Margarita, que solía ser un barrio rojo, cuyos habitantes en su mayoría respaldaron a los aspirantes de la izquierda en las elecciones de diciembre. Pero ese apoyo está desapareciendo. Margarita, al igual que el resto del país, ha visto meses de escasez de alimentos y de energía y, en particular, la falta de agua corriente. Cuando los locales escucharon que el presidente iba a venir, reaccionaron con un cacerolazo de ollas y sartenes.
Al oír la conmoción, el Sr. Maduro intentó poner a trabajar su encanto en las masas como su predecesor podría haber hecho. Pero el reclamo creció. Después de algunos intercambios bruscos, partió en una especie de trote desafiante a través de la multitud. Sin embargo, se parecía más a huir. En un momento pareció atacar a una señora que lo caceroleaba.
La farsa, registrada en los teléfonos móviles, pronto se hizo viral en las redes sociales, gracias a su difusión por un destacado periodista de la oposición, Braulio Jatar. Desde entonces, está detenido y, supuestamente, por coincidencia, acusado de blanqueo de dinero. El incidente fue uno más de una serie de desastrosos días para el presidente. El 1 de septiembre la oposición llevó a cabo una marcha, apodada la “toma de Caracas”.
A pesar de los cierres del gobierno de las carreteras y el transporte, tanto como 1 millón de manifestantes salieron a las calles. Su objetivo declarado era pedir un “referéndum” que podría revocar al Sr. Maduro: las autoridades electorales a favor del gobierno lo están frenando deliberadamente. Pero, tal vez lo más importante, la marcha fue una clara demostración de que el movimiento chavista está ahora superada en número por la oposición.
El Sr. Maduro parece incapaz de aceptarlo. Durante la “toma de Caracas”, llevó a cabo su propia manifestación. Decenas de miles de sus partidarios estaban allí; muchos habían sido transportados en autobús por vehículos del gobierno. Se burlaba de la manifestación rival, insistiendo en que sólo 35.000 personas habían aparecido. E
mpuñando una guitarra en un punto, usó un lenguaje aún más crudo de lo habitual. En la televisión durante el día, llamó al jefe de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, un “coño de madre”. En un intento de exagerar su apoyo, una enorme pantalla de televisión se montó detrás del podio. Funcionarios twitearon imágenes de una gran marcha de camisas rojas. Se puso de manifiesto que estos en realidad mostraban otra concentración, del años 2012, cuando Chávez estaba vivo. Un miembro del personal de la Asamblea Nacional que intentó volar un avión no tripulado sobre la marcha de la oposición, para mostrar su tamaño, fue encarcelado.
Un decreto del Tribunal Supremo nombrado por el gobierno invalidando todas las decisiones futuras de la Asamblea Nacional ha hecho difícil de alcanzar una solución política, al menos mientras el Sr. Maduro esté en el poder. ¿Irán sus compinches a deshacerse de él? Vladimir Villegas, un ex embajador que alberga conversaciones entre gente del gobierno y la oposición, hizo alusión a eso. Le dijo a un periódico de Colombia, El Espectador , que los que están en el poder estaban bregando con la “nueva realidad” y que su plazo podría ser finito. Algunos podrían ver al señor Maduro como prescindible, dijo: un movimiento no sería sacrificado por un “liderazgo ya gastado”
Por The Economist | Traducción libre del inglés por lapatilla.com.